Conservamos con cariño una copia de las Ordenanzas de la Villa de Fuenmayor del año de 1569. Se trata de las antiguas Ordenanzas por las que se regulaba la vida cotidiana de una villa eminentemente rural y que imponía multas ejemplificadoras para los que las incumplieran.

Vendimiar o racimar en viña ajena salía caro, como podéis comprobar (sic):

7. Hubas

Yten que qualquiera persona que truxere de uiñas exenas zesta de hubas, como sea pequeña pague de pena duçientos marabedís, y de huna banasta o escriño doblado, y de huna carga de huba mill marabedís, y de noçhe doblado todo haplicado por terçias partes según dicho es: el dueño, Conzexo, denunçiador y Justiçia, que es a cuarta parte.

Cesto de uvas8. Reçimar

Yten que qualquiera que reçimare en uiña axena e por pesquisa de nuebe días se supiere, no auiendo dado lizencia la Justiçia o el dueño, lo yçiere para sí que pague de pena de cada zesta pequeña o grande o escriño duçientos marabedís aplicado por tercia parte, dueño, Conzexo e denunçiador, el qual sea creído por su juramento y más pague el daño al dueño de la heredad, que es media cántara de uino de cada hobrada. Y si ganado la comiere tenga de pena, como sea ganado mayor, en particular hun rreal. Y si fuere ganado menudo de beinte cabezas arriba treçientos marabedís de pena aplicados según dicho es e media cántara de uino de cada hobrada no estando apreçiada, que será más.

Todo esto viene a cuento de que este pasado sábado teníamos un grupo enorme de incentivos de empresa que venía a hacer diferentes actividades, entre ellas vendimiar. Como la vendimia fue muy temprana, dejamos tres renques (hileras) sin vendimiar para que este grupo pudiera hacerlo, pero el día de la víspera nos dimos cuenta de que casi todas las uvas habían desaparecido.

A toda prisa tuvimos que hacer una reunión de coodinación en la bodega para ver cómo solucionábamos el tema y en eso que vemos a un individuo en nuestras viñas, con un caldero robándonos las uvas. ¡Menudo susto se dio cuando salimos a llamarle la atención! Pensando que las habíamos abandonado, las cogía para echárselas a sus gallinas.

Esta vez se fue con una buena reprimenda, aunque hace cuatrocientos años le habría caído una multa gorda.