Me voy a poner reflexiva: hoy ha tocado vendimiar. A medida se van cumpliendo años, estos días se van viviendo de manera muy diferente. Recuerdo aquellos años en los que me tocaba llevar el agua a los que me la pedían; andar de renque en renque simplemente pasando el tiempo y acompañando a la familia en el trabajo; los años en que ibas a vendimiar porque era lo que tocaba; los que me pilló fuera porque ya había comenzado a estudiar…

Para mí el momento de la vendimia es ahora una época de carga de trabajo tremenda pero me gusta dejarme al menos un día para acompañar a mi hermano y a mi padre a recoger los frutos por los que han estado trabajando todo un año. Me reconforta reencontrarme con mis raíces (aun cuando siempre las tengo cerca) y sufrir un rato cargando con el cesto, agachando el riñón y ayudando a llenar el remolque que tienes ahí al lado. Me quito el sombrero ante toda la gente que, día tras día y sin descanso, trabaja a jornada completa con la vendimia: un sueldo muy bien ganado.

vendimiadores

Me gusta la sensación de llevar a mis hijos a hacer lo que yo hice desde pequeña: a mancharse con el mosto de la uva mezclado con la tierra; a subirse al tractor para pisar la uva porque el siguiente remolque todavía no ha llegado de la báscula; a ver a su familia dedicarse con esfuerzo a la misma tarea generación tras generación.

ensenando

Y mientras tanto, siempre hay rato para ir a la caza del grillo y del saltamontes.

grillo

Es también reconfortante pensar que, en unos años, tendrán estos recuerdos muy metidos en la memoria y se lo contarán a sus hijos cuando se dé el caso.

remolque

En definitiva, esta vuelta a las raíces me recuerda por qué pensamos en su día que las jornadas de enoturismo podrían ser una muy buena idea para compartir con familias con niños. Algo así nos gusta a los que lo hemos mamado y a los que nunca lo han vivido.

Buena cosecha 2015 para todos.