¡Vaya la que se armó ayer en la cata de mostos que organizamos en la bodega! Los doce niños y tres adultos que se apuntaron eran parte de una misma familia mexicana que había venido a La Rioja a celebrar las bodas de oro de los abuelos, oriundos de Zarratón, un pequeño pueblo al lado de Haro.

El rango de edad de los niños iba desde las gemelitas de dos años a las preadolescentes de doce. Tres de los padres se quedaron para ayudar a los más pequeños a despalillar, aplastar y probar el mosto que ellos mismos habían elaborado.

Para comenzar, el grupo fue probando las diferentes partes de la uva una por una: la piel –¡a mí no me gusta!-, las pepitas –¡qué ásperas!– y la pulpa –qué rica-. Cada una de ellas tiene una función  a la hora de elaborar el vino. Luego llegó el momento de empezar a despalillar los racimos y dejar en un recipiente sólo los granos de la uva. Después, a aplastarlos. Cómo les gustó eso de meter las manos y espachurrar uno por uno cada granito. Poco a poco, fue saliendo el mosto que filtraron, colaron y cataron acompañado de otros mostos de diferentes tipos: comerciales, caseros, con uva blanca, negra…

Aplastando uvas en la cata de mostos

Aplastando uvas en la cata de mostos

Al terminar, se embotellaron unas cuantas botellas con su mosto para llevárselas a los papás que no habían podido ir a la actividad. Una experiencia para recordar.