Ayer me acerqué a la viña para podar un rato largo, disfrutando del día espléndido que hacía, del canto de los pájaros, de las perdices, del silencio… De vez en cuando me gusta ir sin gente porque la poda es una actividad que «te pica». Una vez has aprendido las normas que hay que seguir y has hecho unos cuantos renques, tú misma te pones metas y, cuando las consigues, sigues un poquito más. Venga, acabo este renque (hilera de cepas), me estoy hasta que den en punto en el reloj, pues ya acabo este otro renque…

Os dejo un video que grabamos donde se ve el efecto que han hecho los conejos en Valdegún, la viña a la que vamos en la jornada de enoturismo.

 httpv://www.youtube.com/watch?v=9g6YvL4cmlU&feature=player_detailpage

Está claro que hay días que no apetece ir a la viña: con niebla, casi de noche, con frío… Entonces me acuerdo de todos los que no pueden elegir quedarse en casa y me quito el sombrero. No hay más que decir que mi hermano empezó a abrigarse en condiciones cuando le tocó ir a podar ¡y era de salir sin abrigo en invierno!

En los tiempos en que el Goretex no existía, recuerdo que mi abuelo se ponía varios pares de pantalones (todos iguales, azulones, cortados con el mismo patrón) y varias chaquetas y chaquetones hechos por mi abuela. Todavía le estoy viendo con el chaquetón de lana verde zurzido por todos los costados, agachado con sus tijeras y dejándome atrás con la velocidad que llevaba al podar… ¡Qué maestro!