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Hoy he tenido la oportunidad de volver al pasado para ver cómo se hacía el trabajo de marcar e hincar viña antaño. Hoy en día, se realiza con tecnología punta, con dos punteros láser colocados a ambos lados de la viña. Pero esta historia la contaremos en otro momento…

Mi padre y mi hermano tenían que plantar una fanega de tierra (unos dos mil metros cuadrados), pues tenían derechos de plantación otorgados por el Consejo Regulador y si pasados dos años no se han utilizado, se pierden. En esa fanega van a hincar algo más de seiscientas plantas, es decir, la densidad de plantación acabará siendo de unas 3.200 cepas por hectárea (lo habitual por Fuenmayor).

El primer paso es labrar la tierra y retirar piedras excesivamente grandes, trozos de raíces de la viña que existió en su día, etc. Una vez hecho esto, se empiezan a tomar medidas y se decide la orientación que tendrán los renques o hileras. Uno de los factores que más priman es que los renques sean tan largos como sea posible. Miden el terreno y con ayuda de unas cuerdas y estacas comienza a marcar las hileras: cuando las cuerdas están tensas y totalmente rectas se da una pasada con yeso dejándolo caer a puñitos para ver claramente el renque cuando se quite la cuerda.

httpv://www.youtube.com/watch?v=6lNfTVN3Y_8

El marco de plantación que ha elegido mi padre es 2,90 x 1,15 metros. Con un metro miden la distancia entre renques (lo bastante ancho para que pase el tractor) y con una vara miden la distancia entre cepas: la cortan justo a 1,15m y la van usando de patrón dejando una marca con la azadilla donde se vaya a plantar cada cepa. En el primer renque caben 96 cepas, es decir, tendrán que hincar seis renques ¡a mano!

La plantas las tenemos ya compradas del vivero pero, para plantar a mano, hay que recortarles algo la raiz, pues no entra bien, podría crecer hacia arriba y perjudicar el desarrollo de la cepa. Con una barra de hierro hacen un agujero en la tierra lo bastante profundo para que quepa la planta, se mete y se dejan unos ocho centimetros a la vista. Más o menos, lo que queda a la vista es la variedad europea; el resto es el portainjerto americano.

Repitiendo esto último seiscientas y pico veces tendremos una fanega de tierra plantada y la espalda hecha trizas. ¡Bendita tecnología la del láser!