El otro día tuve la oportunidad de acompañar a dos parejas estadounidenses a visitar varias bodegas que ellos mismos habían elegido. La agencia de viajes que me contrataba había diseñado una mañana de lo más completa para ellos: salida desde San Sebastián, visita y cata en Bodegas Muga, en Haro, visita a Bodegas Roda, a cien metros de la primera y comida en Ábalos.
Ellos llegaron puntuales a nos acercamos a la primera bodega, Muga, donde siguen elaborando el vino en tinos de fermentación de roble y criando en barricas durante un tiempo mucho más largo del requerido por el Consejo Regulador. Aparte, tienen tonelería propia donde elaboran parte de las barricas que renuevan todos los años. En fin, es una bodega que merece la pena visitar. Sin embargo, las intenciones del pequeño grupo quedaron claras: querían una visita al “estilo americano”. Es decir: catar y marchar.

Los wine-bar son típicos del enoturismo en EE.UU. Wine bar de Bodegas Muga
Los estadounidenses que visitan las bodegas californianas de Napa, Sonoma y alrededores no están acostumbrados a hacer visitas de una hora y media de duración. Piensan que vista una bodega, vistas todas. De ahí que lo que querían era hacer lo mismo en La Rioja. Y así lo hicimos: visitamos cuatro bodegas en el tiempo pensado para dos y acabaron encantados con los vinos que les ofrecieron en las tiendas o wine bars de Viña Tondonia- López de Heredia, Muga y Roda.
Es también de destacar que mucha gente viene informadísima con su Smartphone y tiene la información en su mano en el momento que lo desee. Buscaron los vinos de Rioja con 100 o 99 puntos Parker y allá que nos fuimos a ver la nueva construcción de Abel Mendoza en San Vicente de la Sonsierra.
Este es uno de los ejemplos de cómo un guía debe adaptarse a los intereses del grupo con el que viaja, aunque no sean los planeados en un principio.